Enunciar el miedo: Nombrar lo que nos asusta no nos hace débiles
- Aran Ramírez
- 10 feb 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 mar 2021
Publicado el 10 de febrero 2021| Aran Ramírez

Imagen: Ilustración original de @chrisexiga
Todas, sin excepción, hemos visto los volantes de alguna niña, jóvena o mujer desaparecida. En caso de muchas, esa alguien es nuestra amiga, hermana, novia o hija. Cada día es un nuevo afiche con la cara de una compañera, su nombre encabezado por la palabra desaparecida y el último lugar donde la vieron, el cual posiblemente era una ruta que transitaba todos los días con su derecho al espacio público, un derecho que, con cada crimen, nos es arrebatado.
Hace un año fue Ingrid, ayer fue Úrsula y muchas veces no podemos evitar pensar “¿Mañana seré yo?”.
“Si mañana soy yo, mamá, si mañana no vuelvo, destrúyelo todo”
– Cristina Torres Cáceres
Por eso, en este espacio de pensamiento experiencial, colectivo y feminista, se comparte la siguiente declaración:
Hago esta declamación para enunciar mi miedo. Para nombrarlo y que me nombre, porque también es parte de mí.
Hoy llamo a mi miedo a hacerse presente, convoco al temor que dormita en mí, a despertar, pues es parte de mi cotidianidad.
A veces transcurren los días como cualquier otro y algunas veces despierto sin saber si ese es el día en que voy a morir. No sé si hoy sea el día en que desapareceré, en el que me secuestrarán o en el que mancillarán mi cuerpo para después botarlo en un terreno, que a mi madre le cueste encontrar.
Llevo meses encerrada debido a la pandemia, saliendo ocasionalmente por alimentos y paseos por la calle que despejen mi pensar. Me he dado cuenta de que ahora, cada vez más, tengo miedo de salir, es como si ya no supiera del mundo. El encierro, a pesar de ser desesperante, también me causa una sensación de seguridad que pierdo, al tener que caminar largas distancias sola o subirme a un Uber.
Antes, todo el tiempo estaba consciente de que algo me podía pasar, porque como mujer, tenía que estarlo, constantemente en estado de alerta, era algo automático. Pero ahora, es como un botón que se desactiva y activa cuando tengo que salir.
“No puedo vivir con miedo”, me repito, “todo el tiempo vivo con miedo”, digo después. No hay debilidad ni pena alguna en sentir y admitir que soy vulnerable, que soy susceptible.
Le abro la puerta a mi miedo y le invito a pasar, porque vive conmigo, y yo con él.
Mi miedo también me mantiene viva, poderosa y con ganas de pelear. Sabiendo que, si un día me toca a mí, me iré peleando a mordidas.
Espero que llegue el día, para otras, donde puedan bajar la guardia y vivir.
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