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¿Y por qué me va a dar pena? Historias de la menstruación

  • Foto del escritor: Aran Ramírez
    Aran Ramírez
  • 21 ago 2021
  • 3 Min. de lectura

Publicado el 22 de agosto 2021 | Aran Ramírez

Ilustración: Paula De La Cruz



¿De qué otra manera podríamos comenzar a explicar todo lo que nos pasa en la menstruación? No solo a nuestra cuerpa, si no a nuestra relación con el entorno.


Por años, a las pre-pubertas, adolescentes y mujeres nos han hecho sentir avergonzadas de menstruar, temerosas de pedir una toalla o anunciar que tenemos cólicos, esto, claro, dentro de grupos mixtos, pues casi siempre existe una complicidad entre mujeres para contarnos estas cosas. De alguna manera bueno y de alguna manera malo, pues pareciera que es un secreto que solo las mujeres nos podemos decir. Así que ¿por qué no contar nuestras experiencias más bochornosas? Tal vez eso le quite la vergüenza al asunto.


Antes de comenzar a relatar esta ex-penosísima historia, quiero aclarar que en el momento sentí morirme y hoy lo cuento con mucha risa.


Cuando tenía 16 o 17 años (a tres años de comenzar a menstruar) todavía no sabía identificar al 100% todos los síntomas pre menstruales y lo que significaban, además de que era una chica sumamente irregular y nunca podía calcular que día me bajaría ¿por qué cuento esto? Así es, porque tuve un accidente en medio de una cita romántica.


Un chico de mi escuela de teatro me invitó a salir, en ese momento yo estaba muy nerviosa porque me invitó a cenar a un restaurante muy lujoso frente a la laguna, del cual sus padres eran dueños. Sentía, en ese entonces, la necesidad de impresionarlo también. Me llevé mis mejores garras (tampoco exagerando) y la actitud más coqueta.


No habían pasado ni 20 minutos entre que llegamos al restaurante y comencé a sentir un poco de flujo en mi entrepierna, decidí no preocuparme, pero si ocuparme, pues días antes no había tenido ninguna mancha en la ropa interior o inflamación, y cómo ya comenté, llevar un calendario de mi ciclo era casi imposible.


Por precaución, me paré de ladito, cubriéndome con la bolsa debajo de la cadera.

Corriendo al baño todo se hizo realidad, no era una manchita, tenía la bermuda empapada de sangre. Quería que me tragara la tierra, me puse a llorar y llámenle destino, suerte o los ángeles, pero una señora me escuchó y me preguntó si estaba bien. Usualmente me hubiera quedado callada o dicho que no pasaba nada, pero no tenía manera de salir de ahí.

Con mucha tristeza le confesé que me había manchado y no sabía qué hacer. Hasta la fecha no puedo creer que la señora me pidiera las bermudas para lavarlas con sus propias manos. Mi ansiedad se desató y pensé, por un momento, “¿Y si se lleva mi ropa?” bueno, de cualquier forma, no podía ser peor mi día.


Esta señora, acompañada de su pequeña hija, lavó mi ropa, la secó y además me prestó el suéter de su niña, por supuesto, no sin antes pedirle su número para encontrarla de nuevo y devolvérselo.


El “Houston tenemos un problema” se había resuelto, era momento de volver a la mesa con mi cita y pretender que nada había pasado.


A punto de salir, mi sentido arácnido me detuvo ¿Había manchado el asiento en el restaurante? Recordé que ni siquiera quise mirar el asiento para cerciorarme, me daba miedo ser muy obvia. Lo más probable es que con la cantidad de sangre, sí. Las sillas eran muy acolchonadas y seguramente, absorbentes.


Finalmente decidí mandarle un mensaje a mi cita y decirle si me podía encontrar en la entrada, el vino por mí y le dije que me quería ir a mi casa, se ofreció a llevarme, le pedí mejor llamarme un taxi.


Supe que se había percatado de lo que sucedió porque me preguntó si quería pasar a la farmacia, inclusive se ofreció a pagar mis toallas. Dentro de todo, fue discreto y amable.

Al llegar a casa no pude si no contarle todo a mi mamá, quien me tranquilizó mucho riendo y contándome que a ella le había pasado casi lo mismo hace varios años.


¿Qué hubiera pasado si no hubiera tenido el valor de pedir ayuda? ¿Si hubiera salido con el más grande patán? ¿Si no le hubiera contando a mi mamá? Imposibilitándome el saber que a otras mujeres también les ha pasado, que no era la única y que no estaba sola.


Si alguna vez te pasó algo similar, espero que hoy lo cuentes con risa.




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Aran Ramírez

Publicista con orientación al copywriting, redactora por vocación y colaboradora feminista.

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